Circuncisión colectiva de 1.500 niños para batir un récord mundial

· 3 min de lectura
Circuncisión colectiva de 1.500 niños para batir un récord mundial

1500 Niños fueron Cincursidados

Equipos médicos filipinos llevaron a cabo la circuncisión colectiva y gratuita de 1.500 niños y adolescentes, que acudieron al llamamiento de un ayuntamiento de las afueras de Manila para batir un récord mundial.

Jerrico del Rosario, un pequeño de 10 años que sueña con jugar a baloncesto como Pau Gasol, abandona el complejo polideportivo en el que hoy tuvo lugar la circuncisión colectiva, con aspecto serio y sujetándose el pantalón corto por dentro para evitar el roce de la tela con la herida.
[ad#infor]
El pequeño mira de soslayo las gasas manchadas de sangre que le han puesto, pero asegura con un destello de orgullo que ni ha tenido miedo y ni sufre dolor, porque todavía hace efecto la anestesia local.

«Estaba contando mientras me lo hacían para no pensar en ello, primero hasta cien, luego 150 y al final hasta 236 mientras mi padre me sujetaba la mano», explica el chico.

Para una gran parte de las familias filipinas el rito de la circuncisión marca el primer paso hacia la hombría de los niños y son raros los casos de varones que no se someten a esta intervención antes de alcanzar la edad adulta.

No obstante, Jerrico no parece muy seguro de ello y se encoge de hombros cuando le preguntan si cree que ahora parecerá más mayor.

En el recinto de unos 400 metros cuadrados que se ha habilitó en el polideportivo del distrito de Marikina, decenas de médicos, enfermeros, niños y padres se agolpaban en torno a la veintena de mesas de unos dos metros de largo y un metro de ancho en las que se practicaban las circuncisiones.

En cada una, tres o cuatro pequeños permanecían tumbados ocupando el ancho mientras los doctores manejaban sin descanso tijeras, hilo y aguja con la ayuda del personal de enfermería.

«No es un trabajo complicado, los niños se portan bien y apenas se quejan. Lo peor es que es un día agotador porque tenemos previsto trabajar desde las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde. Quizá debamos quedarnos más tiempo para atender a todos estos chicos», dice Honest, un doctor voluntario de 25 años.

Los niños entraban en grupos de 15 después de inscribirse, mientras los padres aguardaban en el exterior hasta que, una vez iniciada la operación, recibían permiso para acceder al interior del pabellón.

Las risas y las bromas de los que compartían durante la espera en la fila, se transformaban en gestos de nerviosismo a medida que se acercaba el turno de la intervención.

Durante los veinte minutos que duraba la operación, muchos niños se cubrían el rostro mientras que los padres observaban con gesto serio y decían sentir orgullo del simbólico paso que su hijo daba hacia la edad adulta.

«Estoy muy contento. Mi hijo de 13 años no ha llorado y no se ha quejado. Hoy se ha convertido en un hombre. Si no lo hubiera hecho sus amigos se reirían de él», dijo Mac Arthur tras la operación de su vástago.

Hernani Reyes, concejal de Sanidad del Ayuntamiento de Marikina explicó a Efe que desde hace dos años facilitan circuncisiones gratuitas, pero este año querían practicar en un día tantas como acostumbran a hacer en un mes para entrar en el Libro Guiness.

«Nuestro objetivo han sido 1.500. Aunque la edad aconsejable es a partir de 12 años, la mayoría tienen entre 9 y 15 años. Hemos tenido niños de hasta cinco años mientras que el mayor que ha venido hoy tenía 18. Siempre que los padres estén de acuerdo y el niño no se niegue, no ponemos ninguna objeción», señaló el concejal.

Los niños filipinos de unos 12 años acostumbran a pasar por este trance de iniciación durante las vacaciones del verano filipino, en los meses de abril y mayo.

Mientras que en las ciudades casi todos los niños son llevados a centros médicos convencionales, en las áreas rurales se práctica el corte tradicional, que habitualmente se hace con un machete y sin anestesia.

El 93 por ciento de los varones filipinos de más de 15 años están circuncidados, una proporción mucho mayor que en el resto del mundo, donde la media ronda el 30 por ciento, según la Organización Mundial de la Salud.